El ejercicio de la autoridad en la familia
LA AUTORIDAD
Una de las acepciones de la palabra autoridad en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua es "carácter o representación de una persona por su empleo, mérito o nacimiento". Así pues, los padres llevan a cabo la representación de un papel que les ha venido al fundar una familia, tener que ejercer la autoridad en la misma.
El ejercicio de la autoridad tiene varias fases:
a) Conocimiento de las metas comunes que tienen los miembros que forman el grupo. La familia como grupo humano está compuesta por personas que tienen niveles distintos de maduración, de responsabilidad, pero que tienen unos vínculos, espacios y metas comunes. Esto no es percibido conscientemente cuando los hijos son pequeños, pero al madurar lo asumen de manera implícita.
b) Comunicar y consensuar con los otros miembros lo que quiere conseguir quien ejerce la autoridad. Quien ostenta la autoridad tiene que saber qué quiere para el grupo. Necesita de un tiempo de clarificación personal. Cuando lo ha realizado, precisa exponerlo de manera explícita a los otros que forman el grupo, de forma verbal como a través de su conducta y decisiones para hallar el consenso entre los miembros del grupo.
c) Cumplir y hacer cumplir las metas marcadas y consensuadas. Pero no basta que todos los miembros del grupo sepamos qué hay que hacer, es necesario que se lleve a la práctica lo previsto. Es la capacidad de mover que tiene quien ejerce la autoridad, ya sea por su fama o prestigio, ya sea por procedimientos más coactivos.
Prescindir de las fases puede dar lugar a deformaciones de la autoridad. Cuando se prescinde de comunicar y consensuar entre los miembros las normas, surge el autoritarismo -ejercicio arbitrario de la autoridad-; cuando no se cumplen ni se hacen cumplir las normas marcadas y consensuadas, se instala el abandonismo -la renuncia a la autoridad.Los padres tienen autoridad por el hecho de ser padres.
Pero la autoridad se mantiene, se pierde o se recobra por el modo de comportarse.La autoridad se mantiene o se recobra por el prestigio. Esta afirmación es equivalente a la de "educamos por lo que somos". Es decir, por la congruencia entre lo que somos, lo que hacemos y lo que decimos.
¿Cómo se tiene prestigio con los hijos?:
Cuando los padres van por delante en lo que exigen de sus hijos: Sin ser perfeccionistas, que conozcan sus fallos y limitaciones, y sus esfuerzos por superarlos.
Cuando se fomenta el prestigio del otro cónyuge: Aprovechar toda ocasión para destacar, discretamente, en una conversación privada con cada hijo, los puntos fuertes del otro cónyuge es una forma de potenciar la autoridad del otro. De un modo sugerente: "¿Te has fijado en tal aspecto de tu padre o madre...?" Y, a continuación, pasar a otra cosa en la conversación.
La autoridad de los padres se refuerza cuando....
- Hay acuerdo en cómo educar a los hijos, y en cómo armonizar la autoridad paterna y materna para una mejor educación de cada hijo. La autoridad de los padres ha de ser complementaria, no excluyente, no delegada de uno en otro cónyuge.
- Se apela al razonamiento al diálogo, se potencia la responsabilidad de los hijos por aproximaciones sucesivas. Huir tanto del sobreproteccionismo como del desentenderse cuando pueden necesitar ayuda.
- Se llega a acuerdos en temas puntuales con los hijos. Se pueden concretar dichos acuerdos mediante contratos de conducta. El llegar a una conducta-meta en los hijos conlleva el descomponerla en los pasos mínimos sucesivos, que hay que reforzar las aproximaciones a la conducta meta y extinguir la conducta a eliminar.
- Se evita el sermonear reiterativo porque suele tener un efecto contrario al buscado. Si hay que decir algo a alguien, se dice a solas, de manera clara, con formulación positiva, llegando a acuerdos y fijado el tiempo de revisión de los mismos.
- Somos firmes cuantas veces sea necesario, pero sabiendo cambiar a actitudes de flexibilidad y cariño siempre que sea preciso.
- Se presta atención al buen comportamiento, a los aspectos positivos que tiene toda persona, y no se atiende únicamente a las conductas desadaptativas.
- Se explica con razonamientos por qué los corriges, y se respeta a la persona y se le ayuda a mejorar en los defectos que tiene. Hay que demorar la entrevista para corregir a un hijo nuestro, si no tenemos la suficiente serenidad para hacerlo en este momento. No tratar de vencer sino de convencer. Es la fuerza de la razón quien se ha de imponer no la de los años.
- Se le da suficiente autonomía y libertad poco a poco, según el uso correcto que van haciendo de ella. Saber "ir soltando poco a poco las amarras" del niño y sobre todo del adolescente, quedándose lejos por si hace falta ayuda en algún momento.
Crédito
Autores:
Mª Angeles Pérez Montero
Francisco Javier Rodríguez Laguía
Adaptacion por licencia Commons
O. Mirabal
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